Limpieza segura: la idea es que veas el gesto “correcto” para limpiar sin pasar los dedos por el filo.
Antes de empezar: el “modo seguro”
Antes de ponerte a limpiar una mandolina de cocina, activa el chip de “cero prisas”.
La mayoría de cortes tontos pasan por dos motivos: querer acabar rápido y
frotar como si fuera una tabla normal.
Si tienes a mano un guante anticorte, úsalo (sobre todo si tu mandolina tiene cuchilla fija).
Si no, tira de recursos simples: un cepillo o estropajo con mango, y movimientos
siempre de espaldas al filo.
Consejo rápido: en cuanto termines de cortar, enjuaga la mandolina bajo el grifo para quitar almidón
(patata) o azúcares (zanahoria). Así luego la limpieza es más fácil y no tienes que rascar.
Si además quieres evitar sustos, tienes la guía completa de
seguridad con la mandolina.
Desmontaje (sin tocar donde no debes)
Cada modelo es un mundo, pero el orden suele ser el mismo: retira el porta-alimentos,
accesorios de juliana, peine, recipiente… y deja el cuerpo principal para el final.
Para desmontar la mandolina sin sustos, agarra siempre por las zonas planas y lejos de la cuchilla.
Si tu mandolina tiene regulador de grosor, ponlo en la posición más “cerrada” o protegida antes de tocarla.
¿La cuchilla no se desmonta? Mejor. No hace falta forzar nada: se limpia con cuidado y con la técnica correcta.
Esto se nota mucho en modelos “todo en uno”:
si estás usando una mandolina multifunción,
el orden de piezas y el guardado luego importan el doble.
Tip de seguridad: para limpiar la zona de la cuchilla, usa un cepillito y frota
siempre en dirección “hacia fuera”, nunca arrastrando los dedos por el filo.
Y si hay restos pegados, deja la mandolina 2 minutos en remojo en vez de rascar.
Lavado: a mano, lavavajillas y lo que evitar
Si quieres alargar la vida de tu herramienta, lo más recomendable es lavar la mandolina a mano.
Con agua templada, una gota de jabón y un cepillo, suele bastar.
Para la parte de la cuchilla, evita pasar el estropajo “de ida y vuelta” por el filo. Mejor:
chorro de agua + cepillo y movimientos cortos, controlados.
¿Lavavajillas? Solo si el fabricante lo permite. El calor y detergentes fuertes pueden:
deformar plásticos, opacar piezas transparentes o aflojar mecanismos con el tiempo. Si la metes,
ponla arriba, sujeta, y evita programas agresivos.
Importante también: si has cortado cosas “delicadas” (cebolla, ajo), un enjuague final con agua caliente
ayuda a quitar olor. Para desinfectar (si lo necesitas), mejor soluciones suaves (tipo vinagre diluido),
sin inventos abrasivos.
Y si tu mandolina “da guerra” al limpiar, quizá te convenga revisar tipos (hay diferencias reales):
ver tipos de mandolina.
Algunos modelos de mandolinas, o sus accesorios, son aptos para lavavajillas
Ya que estás aquí… tres atajos útiles
Si quieres ir afinando la mandolina (sin sustos), estas tres páginas te van a venir de lujo.
Si quieres evitar el óxido, el secado es el 80% del éxito. Después de limpiar la mandolina,
sécala al momento con un paño (sin acercar los dedos al filo) y deja que termine de airearse 5 minutos.
En mandolinas de acero inoxidable el riesgo es menor, pero existe si se guarda mojada o con gotas en tornillos.
En mandolinas con piezas metálicas pequeñas (muelles, guías), el secado es todavía más importante.
Si notas que el regulador va duro o chirría, no lo fuerces: limpia bien esa zona y, si el fabricante lo permite,
una microgota de aceite alimentario (muy poca) puede ayudar. La idea es mantener, no engrasar como un motor.
Cómo guardarla para no liarla al abrir el cajón
Guardar la mandolina “a pelo” en el cajón es una trampa: para tus dedos y para la cuchilla.
Lo ideal es usar su funda, protector o caja. Si no lo tienes, reserva un hueco fijo donde
no roce con otros utensilios.
Y aquí un mini detalle que marca diferencia: guarda la mandolina totalmente seca,
con accesorios juntos (bolsita o caja), y el protector de manos a la vista. Así lo usas siempre y no se “pierde”.
Si estás mirando una nueva, en la sección de
comparativas
verás cuáles son más fáciles de desmontar y limpiar (y cuáles dan pereza).
Modelos fáciles de limpiar (y de mantener secos)
Si estás pensando en cambiar de mandolina, estas tres suelen encajar bien con lo que has leído arriba:
materiales que ayudan con el óxido, formatos compactos y ajustes cómodos (menos pereza = más uso).
Corte fino
Kyocera Mandolina regulable (cerámica)
Corte suave y preciso; la cerámica suele destacar por durabilidad de filo.